jueves, 19 de julio de 2012

EL CUARTO DE BAÑO (un cadáver cosido por 18 "forenses") CONTINUACIÓN.


(Para ver principio: AQUÍ)

TROZO 7. Ana Martínez

Mi pulso se aceleró tanto que era capaz de sentir los latidos de mi corazón retumbar en el interior de mis oídos. Al mismo tiempo, mi respiración amenazaba agitada con iniciar una crisis de ansiedad de un momento a otro. Y en cuestión de milisegundos, mi mente se activó y empezaron a sucederse las imágenes, una detrás de otra, a una velocidad infernal.

En mi sino interno, mi raciocinio sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Debía mantener la mente fría, controlar el estado que empezaba a emerger, pero lo peor de todo, es que esos tipos que me tenían sujeta a una silla y que habían iniciado mi proceso de cambio, conocían a la perfección uno de mis secretos mejor guardados. ¿Quiénes eran? ¿Qué es lo que querían de mí?

Hace algunos años, mientras trabajaba para los servicios secretos, colaboré estrechamente en un experimento de transgénesis genética del adn humano. En aquella época me encontraba inmersa en un proceso de autodestrucción personal y cualquier opción me parecía mejor que vivir mi propia vida. Mi fiel compañero hasta el momento, me habló de Peter Hale y del gran trabajo que hacía en los subterráneos del departamento. Hasta el momento, había experimentado con animales, pero había llegado a un punto, en que su ciencia había rozado la perfección de Dios y estaba listo para, al igual que el Dr. Frankenstein,  crear su propio monstruo.
Y ese monstruo fui yo…
De una belleza extrema, Hale potenció cada uno de mis sentidos y me dotó de una capacidad extrasensorial que en el antiguo Olimpo me habría sentado directamente al lado derecho del mismísimo Zeus y transformado en su brazo ejecutor. Era ágil como una amazona, tenía el poder de cautivar con mi voz a los hombres, al igual que hicieron las legendarias sirenas que atraparon a Ulises,…, pero la mejor de mis capacidades era lo que ahora conocemos como mediumnidad. Esa nueva capacidad o habilidad, se despertaba en mí cada vez que recibía una pequeña descarga eléctrica. Evidentemente, lo particular de ella, venía marcada por el adn de mis ancestros y no solo era capaz de conectar con los diferentes planos o niveles astrales, sino que como el mejor de los visionarios, era capaz de anticipar lo que iba a suceder y los secretos más oscuros de las mentes humanas, podían ser descubiertos por mí.
Fue en ese momento, cuando Richard Harris, el que sería mi jefe, me contrató para que trabajase en la “UMR”, la Unidad de Recerca Mental de los servicios secretos de mi país.


TROZO 8. Chary y Paloma

Al principio no entendía el por qué de esta misión, todo era confuso, nunca podría haber imaginado el universo que se abría ante mi, aunque no tardé mucho en darme cuenta que simplemente era una obrera más en la jerarquía del panal.

Por un momento llegué a sentirme abeja reina en ese panal, hasta que me fue asignada mi primera misión, de la que dependía la vida de otra persona. Harris me entregó un maletín conteniendo toda la información sobre la misión que no podría leer hasta llegar a mi destino Los Angeles. Tan sólo sabía que tenía otro nombre y un nuevo pasaporte. Gracias al potencial y capacidad que Hale había puesto en mi mente, 12 horas de vuelo fueron suficientes para hablar perfectamente inglés.

Una vez en el aeropuerto de LAX me dispuse a abrir el ansiado maletín. Estaba tan nerviosa y abrumada por la nueva vida que me esperaba que apenas podía recordar la combinación secreta para abrirlo, tan sólo tuve que cerrar los ojos y concentrarme en el momento en que Harris me lo entregó, la combinación apareció escrita en mi mente como por arte de magia. ¡Qué maravillosa sensación la de tener una mente prodigiosa!. Abrí el maletín lentamente, había un portfolio y un bloc de notas donde se me indicaba dónde dirigirme.
Cogí un taxi, de camino al hotel en el que debía hospedarme, Beverly Wilshire, paré para tomar un tentempié, antes de sumergirme en el portfolio que contenía el maletín.
La media hora de trayecto desde el aeropuerto al hotel fue agradable. El paisaje cambiaba continuamente de forma sorprendente. Pasaba de una playa llena de surfistas con neoprenos de distintos colores formando un arcoíris cabalgando las olas, a una enrevesada autopista en forma de espiral con un fondo de rascacielos perfilando un Downtown sobrevolado por un helicóptero. Me sentía como un figurante en una escena de Hollywood.
Abrí la ventanilla para impregnarme del frenético y mundano aroma que ofrecía la gran urbe en la que me adentraba.

Por fin el taxi se detuvo en la puerta de un lujoso hotel. Un portero con un traje oscuro, abrigo rojo y sombrero a juego se aproximó al taxi, me abrió la puerta y el taxista le entregó mis maletas. Una vez en el vestíbulo del hotel me aproximé al mostrador e hice el check in. Cogí uno de los ascensores que llevaban a la Penthouse suite.
El botones dejó mi maleta en el hall de la habitación. Presentí que iba a ser una noche larga y diferente. No podía conciliar el sueño debido al cúmulo de sensaciones que me embargaban, miedo, emoción, jet lag… Decidí darme un merecido baño relajante y espumoso después del día más largo de mi existencia.
Por fin me senté en la cama y me dispuse a abrir el portfolio, contenía un sobre con toda la información de mi misión.
 No podía creer lo que Harris esperaba de mi.

TROZO 9. Gamar.


Dentro del sobre se encontraban varios papeles sueltos y una nota.



"No puedo ser muy explícito. Es muy importante mantener una discreción total sobre el asunto, pero no tengo dudas que serás capaz de ir encontrando los pasos a seguir. En cada papel encontrarás un dato y lo necesario para hallar el siguiente. Como habrás notado, los datos sueltos que contiene cada papel, no aportan nada y por lo tanto son seguros, pero deberás destruir esta nota después de leerla, memorizar lo que dice el primer papel y hacer lo mismo."




Me quedé inmóvil sobre la cama. No tenía ninguna reacción que concordara con lo que sentía. No era miedo, pero la intranquilidad me mantenía paralizada.
Por un lado, que confiara en mí para algo que parecía tan importante me enorgullecía y por otro, una preocupación profunda por enfrentarme a una situación que nunca había vivido me mantenía incrédula.

Dejé todo sobre la cama, mientras caminaba en círculos y rompía la nota en trozos cada vez más pequeños hasta que ya no pude romperlos más. Me deshice de todo en el baño, tomé una botella de buen whisky que estaba en el mini bar, me serví una buena medida y mientras miraba la fantástica vista a través del enorme ventanal, sonó el teléfono.

Me transmitieron un mensaje y cortaron.
Sólo dijeron "Juncal 506".
Estaba en una suite de un hotel que jamás hubiese podido pagar, en una ciudad totalmente desconocida, con un juego de papeles con datos inconexos sobre la cama y lo que parecía una dirección. Sólo eso y sin saber qué hacer.
Terminé de un sorbo mi trago, coloqué todos los papeles en el bolsillo trasero del pantalón que descansaba sobre una silla y me tiré en la cama.

Debo haberme dormido al mismo instante de apoyar la cabeza en la almohada, porque no recuerdo siquiera haberme acomodado. El cansancio del viaje se encargó de todo. Desperté con rayo de luz en los ojos, un reflejo del primer sol de la mañana entrando por el ventanal y reflejándose en el vaso de whisky que estaba sobre la mesa.
Permanecí unos minutos mirando el techo, repitiendo en mi mente el mensaje de la noche anterior. "Juncal 506, Juncal 506..."

Me levanté, pasé por el baño, me vestí y salí de la habitación. Parecía programada para hacer algo, aunque no tenía ni la menor idea de qué era. Salí del ascensor, me dirigí a la consejería y le pedí a la hermosa encargada que me pidiera un taxi.
-Señora, usted tiene un chofer esperándola en la recepción.
-Ah, perfecto, no me habían avisado -dije sin poder ocultar mi sorpresa-
-Déjeme que se lo presente.

Me llevó hasta él y sin perder tiempo nos dirigimos al auto que nos esperaba en el estacionamiento.
-Usted dirá señora dónde vamos- dijo mirándome por el espejo.
-Juncal 506.
-Ya mismo.

El trayecto fue muy breve, casi no tuve tiempo de preocuparme por lo que haría cuando el auto me dejara frente a esa dirección.
Antes de llegar tomé los papeles y leí el que tenía el número 1 en su esquina superior izquierda. Decía "TB 17202" y debajo "P138". Rompí el papel como me habían indicado y al bajar del auto, dejé los restos en el cesto de basura de la entrada del edificio de esa dirección.
Era una enorme biblioteca.
Al entrar me sentí en otro mundo. La modernidad del exterior contrastaba con la barroca decoración interior y la mujer que estaba detrás del mostrador encajaba con ese estilo recargado.
-Buenos días, señora. Dígame en qué la puedo ayudar -dijo la mujer mientras yo no podía dejar de mirar su extraño peinado.
En realidad no sabía cómo me podía ayudar, pero sin duda los números representaban algo.
-Necesito saber si estos números le dicen algo- y escribí sobre una libreta "TB 17202"
-Por supuesto, se lo muestro.
Y mientras me hacía señas para que la siguiera, tomé la hoja donde escribí y la arranqué.
Caminamos hasta una de las estanterías más alejadas, se agachó y sacó un libro chico, pero con muchas hojas.
-Éste es.
-Muchas gracias- le dije, tomé el libro y me senté en una antigua mesa de madera.

El primer papel, además del TB 17202 decía P138, lo cual sin dudas indicaba una página.
Al abrir en la página 138 apareció un papel, pegado con una cinta.
Tomé el papel y pude ver que tenía un nombre, pero rápidamente lo puse en mi bolsillo, llevé el libro al mostrador y salí del edificio.
En la puerta seguía esperándome el auto, pero decidí cruzar hasta un bar para desayunar algo.
Una vez sentada, y después de hacer mi pedido, saqué el papel.
Decía "Sergis Volpe. Papel con círculo azul."
La misión estaba tomando color. Sin dudas esa persona era el objetivo y el papel con el círculo azul me diría qué hacer con él.
Me incliné para sacar los papeles del bolsillo de mi pantalón y me quedé con el que tenía un círculo azul en su esquina superior izquierda.

TROZO 10. Emilie.

Puse encima de la mesa el resto de los papeles que tenía, busqué y rebusqué por todos mis bolsillos, mi cabeza no paraba de  hacerse preguntas, una detrás de otra, sin parar, no entiendo por qué no hay forma de parar esta extraña sensación, esa adrenalina que hace que sientas que observas el mundo mientras el resto pasa a tu alrededor inconsciente de quién eres y de los secretos que quieres descubrir.
Alcé la cabeza un par de veces mirando al vacío, hacia el fondo del local, sin poner atención a los rostros de las personas que estaban allí conmigo, sentía que nada podía sacarme de esta historia, tenía que seguir montando las piezas de este puzzle imposible, así que seguía y seguía intentando encontrar la relación entre un nombre ¿y un apellido tal vez? Un nombre, un círculo azul... seguía intentando descubrir qué debía hacer con él, hasta que el grito fuerte de un niño al caerse de la silla y los de su madre al ver la escena, me hicieron volver a la realidad. Seguía allí en el mismo bar sin saber aún hacia dónde dar mis siguientes pasos.

Fue entonces cuando me di cuenta de que el café con leche que me había pedido se había helado completamente, ni siquiera me acordaba de él, y mi estomago comenzó a hablarme y quejarse por haberle olvidado. Necesitaba comer algo para seguir con mi aventura.
Llamé a la camarera que con su particular concepto del tiempo, se acercó cuando termino de hablar con su compañera sobre la cena que había preparado a unos amigos la noche anterior. Yo comenzaba a ponerme nerviosa, queria otro café, comer y seguir el ritmo, así que la llamé de nuevo.
Se acercó haciéndome notar su desagrado, y sin darle tiempo ni de que se acercara casi a la mesa y  me preguntara, la ataqué con mi demanda:
- Un café largo bien cargado y una tostada con mantequilla y mermelada.

Me hizo un gesto afirmando que habia entendido lo que le habia pedido y se acercó un poco más para retirar el vaso de mi café olvidado. Al ver la mesa toda desordenada me preguntó si estaba preparando un examen entre tantas horas, notas, bolis... y al ver el nombre de Segis Volpe sonrió preguntando si era algun pintor renacentista que tenia que estudiar sus cuadros.
Sus palabras sonaron en mi cabeza que de nuevo tomó aceleracion y le pregunté si tenían un listin telefonico en el bar. Sus risas me hicieron pensar en nombres de calles, de personajes famosos, escritores, pintores, cientificos... ¿Podría encontrar alguna relación entre todos esos nombres y mi personaje anónimo y mis números?

Su risa irónica se paró en seco al oir mis palabras, y me respondió con una frase directa: “Voy a mirar”, por lo que entendi que volvería en unos minutos; no sabía si con o sin el listin, pero sí sentí que volvería.
Y lo hizo, cargada con 3 cuadernos grandes, dos listines y un gran callejero, pues ya con una voz más dulce confesó que no sabía el por qué no habían tirado los viejos, pero los había traido porque una nunca sabe lo que puede llegar a encontrar entre los libros, me dijo, como si minutos antes hubiese estado dentro de la biblioteca e hubiese vivido conmigo todos los detalles de la historia.
Comencé abriendo uno de los dos listines, el más viejo. Comencé por la ultima pagina en busca de algun pariente de Volpe, tal vez podria encontrar algún número al que poder llamar y poder preguntar sobre esta persona desconocida.

 TROZO 11. Tomás.

No sabría decir cuánto tiempo llevaba repasando los nombres de aquel listín, cuando las letras comenzaron a agrandarse y danzar ante mis ojos.  Una blanca nebulosa se empeñó en  cubrirlo todo, al tiempo que una voz muy lejana parecía estar  llamando a alguien. Percibí entonces  cómo me  inundaba un sopor tan denso que no pude evitar el dejarme arrastrar por él.

- Señorita… Señorita…  – oía dentro de mi cabeza -  ¿Se encuentra bien? – El sonido de esa voz era cada vez más cercano y perceptible.

Una leve sacudida en mi cuerpo me hizo abrir los ojos para  descubrir al camarero que me había atendido,  observándome con cara preocupada. Mi libro de Stefan Zweig volvía a estar allí, ante mis ojos, así como el café que había pedido hacía… ¿cuánto tiempo? Me pareció  que había transcurrido una eternidad  desde que fui  al cuarto de baño y descubrí…
- Perdone que la moleste,  pero al ver que daba una cabezada me supo mal decirle nada, pensé que necesitaba descansar un poco.  Pero es que finalmente se durmió tan profundamente, y… verá, es que ya vamos a cerrar y…
De repente, recordé.
- ¿Vino alguien a buscarme? Yo… esperaba a alguien.

El camarero  se encogió de hombros sin saber responderme.
Me levanté apresurada mirando  en torno de aquel pequeño Starbucks, ya vacío  y,   todavía confusa,  recogí mi libro mientras  pensaba que no había sido buena idea tomar  tranquilizantes. Aquella cita me había puesto demasiado nerviosa. Tantos meses esperando a conocer por fin al hombre que me quitaba el sueño para caer dormida antes de… ¿llegaría a verme? Avergonzada,  pedí la cuenta.

- No se preocupe, está invitada.

A punto de salir por la puerta vi que entre las hojas de mi libro sobresalía una hoja de papel  verde que yo no había puesto allí.


TROZO 12. Ángeles.

Intrigada, lo saqué y vi un mensaje, escrito con una letra muy elegante, que decía:

“Bella durmiente: aunque espero convertirme en tu príncipe azul, quiero que cuando te dé el primer beso estés despierta y consciente. Te dejo dormir y espero encontrarte mañana, a la misma hora, en la puerta dorada de La Pagoda.
Dulces sueños.”

Qué bochorno. Eso es un corte, y no el que le dieron a María Antonieta.
Pero, en fin, si concertaba otra cita, e incluso consideraba la posibilidad de besarme, sería porque no me había encontrado demasiado ridícula, allí, durmiendo como una marmota.
Y estaba claro que era un romántico: en solo tres líneas hablaba de la Bella Durmiente, del príncipe azul, del primer beso y además había elegido como nuevo lugar de encuentro, no un prosaico Starbucks, sino un enclave tan poético como La Pagoda, ese viejo cine abandonado, en una callecita olvidada y escondido entre las plantas que han ido creciendo sin obstáculo hasta ocultar casi por completo el edificio.
Por supuesto, me encontraría allí al día siguiente. Tenía mucho interés en conocerlo, pero además era fundamental limpiar mi imagen, darle otra visión de mi persona.

Ya estaba anocheciendo y hacía frío, así que decidí coger el metro para volver a casa.
Mientras esperaba en el andén, vino a mi mente una imagen muy clara y desconcertante: la de unos tipos desconocidos, trajeados, de rasgos asiáticos, que me asaltaban, me secuestraban y me golpeaban. Supuse que eran imágenes de un sueño, pero más bien me parecían un recuerdo, por lo vívidas y detalladas.

Entonces, en el andén opuesto, al otro lado de las vías, me pareció reconocer a unas personas. Sí, aquellos hombres vestidos de negro, que caminaban a lo largo del andén como quien busca o espera, me resultaban familiares. Llevaban gafas de sol -algo absurdo en un andén del metro-, pero tuve la certeza de que detrás de esos cristales negros había ojos orientales.
En ese momento me vieron ellos a mí e hicieron  gestos que me parecieron de sorpresa y fastidio a la vez. Sin duda, habían cometido un error de lo más tonto.

Rogué para que llegara ya mi tren, antes de que los elegantes cruzaran las vías, porque estaba claro que eso era lo que iban a hacer.
En efecto, los hombres saltaron a las vías, con la clara intención de subir al mismo tren que yo, que, providencialmente, llegó en ese momento. Recorrió una distancia considerable antes de detenerse por completo, con lo cual los hombres no pudieron pasar por delante para subir a mi andén.
Por fin se abrieron las puertas y pude entrar. Al instante el vehículo reanudó su marcha y yo me sentí a salvo, al menos de momento.

Los hombres se quedaron en las vías, enfadados unos con otros mientras me veían marchar. Yo, en el último instante antes de entrar en el túnel,  miré hacia  el andén que acababa de abandonar y entonces vi a otro hombre que a su vez me miraba a mí. Este no llevaba gafas ni traje negro ni era oriental. Era un joven de aspecto pacífico que me sonreía y levantaba el pulgar en señal de triunfo.

(CONTINÚA AQUÍ)

2 comentarios:

Dácil Muñoz dijo...

Os salió genial el juego. Me ha tenido enganchada hasta la última línea. Felicidades por vuestra imaginación y vuestro arte para escribir.

JuanRa Diablo dijo...

Muchas gracias. Me alegra mucho saberlo. A ver si la "desesperación " no puede contigo y llegas hasta el final ;)